Somos personas y como tales cometemos errores y no cualquier error, sino los errores más estúpidos que pueden existir sobre la faz de la Tierra. Nos caemos una y otra vez y siempre tropezamos con la misma rama que se nos cruza en el camino, nunca nos paramos a pensar en que podemos agacharnos y apartarla del camino, no, la dejamos ahí para que cuando volvamos a pasar por ese sitio volvamos a pisarla y quebrarla y con ello volver a abrazarla. A veces es bueno conservarla y aferrarnos a ella para recordarnos el daño que sentimos cuando la pisamos la vez anterior, pero otras veces es mejor tirarla al fondo de un río estancado, lúgubre y profundo para que nunca más la tengamos que volver a ver.
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