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Ilusiones.

Aun recuerdo cuando era pequeña.
 Me conformaba con cualquier cosa, si me daban una chapa de coca-cola, yo era feliz porque me hacía reír y sentirme bien, parece increíble pero era cierto. 
Era divertido ser una enana que se conformaba con cualquier cosa, aunque ello llevara echarle mucho cuento y llanto para conseguirlo. Tenías que emplear las "temidas lágrimas de cocodrilo" que tanto hacían reír a tus padres y tanto limpiaban los bolsillos para conseguir ese juguete por el que llorabas. Siempre lo conseguías.
Cuando era pequeña, siempre soñaba con ser aquella princesa de mi película favorita, en la que muerde  la manzana y  cae en un sueño profundo y su príncipe viene a rescatarla de él con un apasionado beso. Todo mentira. Lo único que consigues es tenerle fobia  a las manzanas y cansarte de esperar a ese príncipe al que  a su caballo se le ha clavado un pincho en la pata, porque parece que nunca viene.
Soñabas con ir al País de Nunca Jamás a conocer a Campanilla y a Peter Pan, "el niño que no quería crecer". 
Otra mentira de Disney. Ahora que has crecido, te das cuenta que Peter Pan era un  porreta que se pasaba el día fumado y confundía a Campanilla con la bombillita estropeada del cuarto de baño de un Burguer King.
¿Te doy un consejo? No crezcas nunca, todo es mucho más fácil.